Explicador: Cómo terminar la violencia de género ayudará a cumplir las metas de conservación
Las mujeres juegan un papel fundamental en la conservación de la biodiversidad.
Mundialmente, sus contribuciones van desde el trabajo agrícola y la conservación de la naturaleza hasta la dirección de organizaciones ambientales y la elaboración de políticas internacionales.
Sin embargo, las mujeres dedicadas a proteger la biodiversidad enfrentan violencia.
De acuerdo con un informe de 2020 de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), el cual encuestó a más de 300 hombres y mujeres que trabajaban en sectores vinculados a la conservación, 59% de las mujeres encuestadas habían observado alguna forma de violencia mientras se llevaban a cabo proyectos ambientales.
La violencia de género puede tomar muchas formas, que van desde la violencia psicológica, incluida la discriminación, hasta la violencia física, sexual y económica. Incluso puede conducir al asesinato.
La Organización Mundial de la Salud describe la violencia contra la mujer como una “grave violación a los derechos humanos”. Pero, de acuerdo al informe de la UICN, podría también poner en riesgo la capacidad mundial para alcanzar las metas de biodiversidad prometidas en tratados internacionales.
Uno de esos tratados es el Marco Mundial Kunming-Montreal de la Biodiversidad, un acuerdo clave acordado por casi 200 países el año pasado, con el fin de “detener e invertir” la pérdida de biodiversidad para 2030. Contiene dos objetivos para garantizar la igualdad de género y un “plan de acción sobre género” que pretende “prevenir” y “eliminar” la violencia de género en la conservación de la biodiversidad.
Esto significa que “las partes han acordado a nivel mundial que se trata de un problema real”, cuenta a Carbon Brief Jamie Wen-Besson, directora del programa de género de la UICN.
En este explicador, Carbon Brief expone cómo afecta la violencia de género a las mujeres en la conservación de la biodiversidad –ilustrado con ejemplos del Sur Global–.
También destaca algunas de las soluciones que ya existen. Éstas van desde empoderar a las mujeres con cursos de mantenimiento de vehículos para viajar solas sobre el terreno, hasta modificar los estatutos de las organizaciones no gubernamentales para incluir a las mujeres en puestos de mayor rango.
§ Mujeres en la biodiversidad
La biodiversidad es esencial para el bienestar humano y la salud del planeta.
En la actualidad, alrededor de un millón de especies se enfrentan a la extinción, según el último informe de evaluación mundial de la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES).
El cambio climático es uno de los principales causantes de la pérdida de biodiversidad. Una de cada 10 especies del mundo podría estar en riesgo muy alto de extinción en un planeta con 2C de calentamiento, según el reporte de 2022 del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) sobre impactos, adaptación y vulnerabilidad al cambio climático. (Para más información sobre los vínculos entre el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, lea este explicador de Carbon Brief).
Además, las mujeres, pueblos indígenas, ancianos y niños son algunos sectores de la población más vulnerables al cambio climático.
Eventos extremos como la sequía, inundaciones, huracanes y el aumento del nivel del mar “afectan más a las mujeres que a los hombres como consecuencia de la discriminación de género sistémica y las expectativas sociales relacionadas con los roles de género”, encontró un reporte de 2022 publicado por la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC).
Estos eventos climáticos afectan desproporcionadamente la salud de las mujeres, de acuerdo con el IPCC. Las mujeres experimentan mayores impactos en la salud mental, inseguridad alimentaria y complicaciones durante el embarazo asociadas a la vulnerabilidad al calor, la contaminación atmosférica y enfermedades infecciosas.
Un estudio de 2022 descubrió que los eventos extremos, como inundaciones, ondas de calor e incendios forestales –y la inestabilidad económica y social y el estrés que producen– aumentan la violencia de género contra las mujeres.
El informe de la IPBES afirma que, para superar estos retos, la conservación debe ser inclusiva y tener en cuenta las necesidades de las comunidades locales, los pueblos indígenas, las mujeres y las niñas.
§ Rol único
Las mujeres realizan actividades importantes para la conservación de la biodiversidad y los ecosistemas, desde la recolección de productos forestales no maderables, como las semillas, hasta la prevención de la deforestación y la gestión del agua para sus familias, según un estudio de 2017.
Pero el alcance es mayor, dice Cate Owren, asesora principal sobre igualdad de género del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Ella explica a Carbon Brief que las mujeres son administradoras, gestionadoras de los recursos naturales, educadoras, cuidadoras, defensoras de sus recursos y territorios, y agricultoras que contribuyen a alimentar a sus familias y comunidades.
Las mujeres indígenas, en particular, tienen una fuerte conexión con la naturaleza, debido a su dependencia de las plantas para curarse y de otros productos forestales para alimentar a sus familias, afirma Sara Omi, líder indígena de Panamá.
Omi es la presidenta de la Coordinadora de Mujeres Líderes Territoriales de Mesoamérica, una plataforma de diálogo e incidencia que reúne a mujeres de países que van desde Panamá hasta México. El grupo está compuesto por 13 organizaciones de mujeres que integran la Alianza Mesoamericana de Pueblos y Bosques. Omi cuenta a Carbon Brief:
“Somos las guardianas, las protectoras, [somos] conocedoras de todo lo que hay en nuestro entorno… Transferimos el conocimiento de generación en generación”.
Añade que las mujeres indígenas “siempre estarán ahí para cuidar a la madre Tierra”.
Owren señala que la contribución de las mujeres a la biodiversidad varía de una región a otra debido a diferencias culturales, geográficas y de ecosistemas. Así lo explica a Carbon Brief:
“Las mujeres de las zonas montañosas pueden desempeñar sus funciones y responsabilidades de forma diferente a como lo hace una mujer del Amazonas”.
En todo el mundo, las mujeres representan el 38% de la fuerza laboral de los sistemas agroalimentarios – vinculada a la fabricación de productos agrícolas alimentarios y no alimentarios procedentes de la agricultura, ganadería, pesca y acuicultura. Sin embargo, lo hacen ganando 82 centavos por cada dólar que ganan los hombres.
Sin embargo, aún no se ha cuantificado la contribución mundial de las mujeres en todos los sectores ambientales.
Un informe de 2021 publicado por Women4Biodiversity – un colectivo de mujeres y grupos de la sociedad civil que aboga por el empoderamiento de las mujeres en las convenciones internacionales– apunta que las mujeres en estos campos “siguen siendo invisibilizadas y, en la mayoría de los casos, no se les tiene en cuenta”, lo que dificulta el reconocimiento de sus funciones únicas y el establecimiento de políticas con perspectiva de género.
Además de la falta de información sobre el papel de la mujer en la biodiversidad, las mujeres suelen quedar relegadas a un segundo plano y participan poco en la toma de decisiones, señala el informe.
Esto se debe a los roles que se han asignado a las mujeres y hombres en la gestión de los recursos naturales, dice Owren. Añade que estos papeles se definen según normas de género construidas socialmente. Los hombres suelen tener mayores ingresos por trabajos y ganancias que reciben por la tierra, mientras que las mujeres pueden verse relegadas al trabajo doméstico y a la recolección de agua, y suelen tener restringido el acceso a trabajos remunerados o al trabajo de campo.
Un grupo que desafía estos roles tradicionales son las Mambas Negras de Sudáfrica. Se trata de la primera unidad femenina de lucha contra la caza furtiva, cuyo objetivo es proteger a rinocerontes y elefantes sin utilizar armas, balas ni violencia. Ellas patrullan secciones de la zona del Gran Kruger, localizada al noreste de Sudáfrica, la cual alberga la mayor población de rinocerontes del mundo.
Como parte del grupo, 24 mujeres trabajan sobre el terreno, patrullando los límites de las zonas protegidas e impidiendo que los cazadores furtivos entren a las reservas. Otras cinco integrantes permanecen en la aldea, donde enseñan la importancia de conservar los rinocerontes, tanto para la comunidad como para el planeta. Las Mambas Negras han contribuido a reducir la caza furtiva en un 63% a partir de su formación.
“Nuestro objetivo es hacer de Balule [una reserva natural dentro de la zona del Gran Kruger] un lugar difícil para los cazadores furtivos”, afirma Leitah Mkhabela, supervisora de las Black Mambas. Ella cuenta a Carbon Brief que el grupo se abstiene de emplear la violencia porque “no quiere vivir en un mundo en el que haya viudas y huérfanos”. Y añade:
“Por eso las Black Mambas no estamos armadas –porque apreciamos la vida–”.
Las Mambas Negras han elevado la voz de las mujeres en la comunidad e inspirado a otras mujeres fuera de Sudáfrica, como en Zimbabue, dice Mkhabela. Agrega que “necesitamos que más mujeres [se dediquen] a la conservación de la naturaleza” porque pueden ser guardabosques, detener la caza furtiva y proteger a los animales desde una perspectiva más pacífica que se preocupa por la naturaleza y las personas.
§ Las distintas caras de la violencia
La Agencia de la ONU para los Refugiados define la violencia de género como “actos dañinos dirigidos a una persona en razón de su género”. La organización menciona que este tipo de violencia “tiene sus raíces en la desigualdad de género, el abuso de poder y las normas perjudiciales”.
La Organización Mundial de la Salud la reconoce como “una violación grave de los derechos humanos y un problema de salud pública mundial”. También señala que las mujeres con mayor riesgo de sufrir violencia son las migrantes, las indígenas, las transexuales y aquellas que padecen discapacidades.
En concreto, la violencia contra las mujeres dedicadas a la conservación de la biodiversidad no está bien reportada, afirma Owren. Antes de incorporarse al PNUD, Owren contribuyó a un informe conjunto elaborado por la UICN y la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) sobre los vínculos entre la violencia de género y la biodiversidad.
Cuando la UICN empezó a investigar para el informe, sabía que la violencia de género estaba ocurriendo, dice Owren. Sin embargo, existía una brecha entre los sectores de la biodiversidad y el cambio climático en cuanto al tratamiento de la violencia de género, por lo que los autores del informe decidieron reunir evidencia que respaldara dichas políticas, añade.
El informe de la UICN encuestó a 303 profesionales que trabajan en los sectores de género o ambiente. De los encuestados, 69% eran mujeres y 31% hombres.
Los resultados muestran que el 59% de las mujeres y el 57% de los hombres que respondieron a la encuesta habían observado –aunque no necesariamente experimentado directamente– casos de violencia de género durante la ejecución de proyectos ambientales e iniciativas.
La violencia psicológica, física y sexual contra las mujeres fueron las formas de violencia más denunciadas en la encuesta.
De los encuestados que afirmaron haber observado violencia, el 76% de las mujeres y el 70% de los hombres declararon haber observado violencia psicológica. Al mismo tiempo, la violencia física fue señalada por el 58% de las encuestadas y el 70% de los encuestados. La violencia sexual fue observada por el 43% de las mujeres y el 64% de los hombres, y el acoso sexual fue señalado por el 40% de las mujeres y el 55% de los hombres.
Sin embargo, la encuesta de la UICN sólo reflejó la percepción de los profesionistas ambientales, no captaba plenamente las experiencias de todas las mujeres que trabajan para el ambiente y han sufrido violencia, dice Laura Sabater, responsable del programa de género de la UICN, quien también fue coautora del informe. Pero, añade, eso revela cómo los cambios en la dinámica de poder pueden dar lugar a distintos tipos de violencia.
El informe concluye que la violencia de género “se utiliza para imponer el control sobre los recursos naturales y disminuir los esfuerzos de quienes trabajan por un ambiente seguro y sano”.
Varios factores contribuyen a la violencia de género, desde normas de género discriminatorias –como el abuso de poder o la discriminación en el lugar de trabajo mediante salarios inferiores a los de los hombres– hasta la falta de consecuencias para los agresores.
El informe de la UICN también ilustra cómo se sobreponen las distintas formas de violencia de género. Owren explica a Carbon Brief:
“Quitar a las mujeres sus títulos de propiedad es una forma de violencia económica, pero [cuando] se hace mediante violencia física, emocional, psicológica o sexual, es horroroso”.
Omi vivió algo parecido. Ella es una líder indígena del pueblo emberá de Panamá y fue la primera mujer en convertirse en abogada en su territorio.
Las mujeres Emberá sufren discriminación y violencia cuando quieren participar en la política y en la toma de decisiones, afirma Omi. Los hombres atacan a las mujeres por participar y cuestionan si son aptas para ocupar cargos importantes. “Los hombres preguntarán: ‘¿por qué está esta mujer aquí?”, dice Omi.
De 2016 a 2021, Omi fue la autoridad tradicional del Congreso General Emberá de Alto Bayano, en Panamá, donde participó en la gobernanza del territorio Emberá. También ayudó a defender los derechos de su comunidad sobre su tierra y sus recursos naturales, y se mantuvo en busca de mejores oportunidades sociales, políticas y económicas para el pueblo Emberá.
Tras ese periodo, Omi se postuló para un puesto importante: cacique del Congreso, la máxima autoridad del Congreso Emberá. El cacique coordina el órgano de gobierno y el proceso de consulta de la comunidad.
Pero antes de las elecciones fue acusada de corrupción financiera -aunque, según Omi, el gobierno del Congreso no maneja fondos- y perdió la votación. En su lugar, fue elegido un hombre, en medio de acusaciones de fraude, y los hombres mayores del territorio buscaron la forma de impedir que ella volviera a presentarse a las elecciones, afirma.
El hombre finalmente fue ratificado como nuevo jefe del Congreso. Él sostuvo que “las elecciones [que se] llevaron a cabo cumplieron a cabalidad con todos los requisitos del reglamento electoral aprobado por el Congreso General”, informó en su momento el medio panameño La Estrella de Panamá.
Omi denunció el proceso electoral ante la Defensoría del Pueblo de la República de Panamá, la cual emitió un comunicado a nivel nacional en el que recomendaba que se celebraran de nuevo los comicios debido a que se encontraron elementos de fraude. Sin embargo, “lamentablemente no se cumplió”, afirma.
En aquel momento, la Defensoría del Pueblo se reunió con el hombre elegido. Él y los miembros del Congreso Emberá calificaron de “histórico” el encuentro con el defensor del pueblo. El defensor también fue “invitado a visitar la región para conocer las necesidades de los pueblos indígenas”.
Omi fue atacada psicológicamente y a través de las redes sociales durante ese periodo. Cuenta a Carbon Brief que la experiencia “ha sido muy dolorosa”, pero que ahora está consiguiendo superar ese momento. Ella utiliza su experiencia para seguir protegiendo el territorio Emberá y luchando por el empoderamiento de las mujeres de la comunidad.
§ Un problema global
La falta de investigaciones sobre el tema hace que se desconozca la distribución de los casos de violencia de género en el mundo. Pero algunos grupos, entre ellos la organización Global Witness, están intentando aportar pistas.
Entre 2012 y 2021, unos 1,733 defensores de la tierra y el ambiente fueron asesinados por “intentar proteger sus tierras y recursos”, según un informe de 2022 de dicha organización. De ellos, 183 eran mujeres.
El informe subraya que estos datos son sólo la punta del iceberg, debido a las limitaciones a la libertad de prensa y a la falta de un registro independiente y verificado de los ataques. Indica:
“Más allá de los asesinatos, muchos defensores y comunidades también están siendo silenciados mediante el uso de tácticas como las amenazas de muerte, la vigilancia, la violencia sexual o la criminalización. Este tipo de agresiones son aún menos denunciadas”.
El siguiente mapa muestra los países donde fueron asesinadas las 183 defensoras de la tierra y el medio ambiente durante 2012-21. Los asesinatos se registraron principalmente en Asia y América Latina.
El informe también relaciona, en la medida de lo posible, los asesinatos de defensoras del ambiente con distintas industrias. Señala que el mayor número de muertes estaban asociadas con la minería y las industrias extractivas (39 muertes), la agroindustria (14), la energía hidroeléctrica (14) y la deforestación (12).
Un estudio reciente publicado en Nature Sustainability explora algunas de las demás consecuencias que las industrias extractivas tienen sobre las defensoras del medio ambiente. Examina 523 casos de violencia contra defensoras del ambiente; en 81 de ellos, las mujeres fueron “asesinadas por su labor de defensa”, según el estudio.
También aborda otras formas de violencia a las que se enfrentan las mujeres defensoras, como procesos penales, desplazamiento de sus hogares y abusos de sus derechos humanos.
“La represión, la criminalización y la persecución violenta están estrechamente vinculadas, mientras que el desplazamiento y el asesinato aparecen como resultados extremos cuando la violencia del conflicto empeora”, dice el estudio.
El informe de género de la UICN 2020 también destaca otros tipos de violencia de género.
Un ejemplo es la práctica del sexo por pescado, común en el este y sur de África.
Consiste en que las mujeres compradoras de pescado son explotadas por los pescadores, quienes les exigen sexo a cambio de sus capturas. Según el informe de la UICN, esta práctica, que se basa en dinámicas de poder desiguales y suele ocurrir en pequeñas pesquerías, hace que las mujeres sean más vulnerables al VIH y al sida.
Kenia desarrolló el proyecto “no sex for fish” para ayudar a detener esta práctica. El proyecto creó una cooperativa de mujeres para mejorar sus habilidades empresariales y facilitarles apoyo financiero mediante ahorros y préstamos. La cooperativa ayudó a las mujeres a comprar sus propias embarcaciones: en seis meses se construyeron tres barcos, lo que ayudó a las mujeres a dirigir con éxito sus negocios.
Aunque el programa no acabó con la práctica de intercambiar pescado por sexo, propició cambios culturales al concientizar sobre estas actividades nocivas, dice el informe.
Otro ejemplo es el matrimonio infantil, que suele practicarse en zonas del sur de Asia, donde el 56% de las mujeres se casan antes de los 18 años, y en el África subsahariana, donde lo hace el 46% de las mujeres. Níger, en el noroeste de África, tiene la mayor prevalencia de matrimonio infantil: el 77% de las mujeres se casan antes de los 18 años, frente al 5% de los hombres, según el informe de la UICN. En Bangladesh, según el informe, el matrimonio infantil ha sido una opción de supervivencia para las mujeres que viven en lugares amenazados por catástrofes.
“Sin embargo, el matrimonio infantil no es sólo una violación de los derechos de los niños, sino que tiene un efecto domino en todas las etapas de su vida” y perpetúa la violencia, dice el informe.
La discriminación, el abuso de poder y el acoso en el lugar de trabajo son otros tipos de violencia de género que afectan a las mujeres en distintas regiones, revela el reporte.
En Argentina, por ejemplo, una mujer del cuerpo de bomberos fue apartada del trabajo de campo a causa de su género.
Larissa Gómez, ingeniera forestal mexicana, vivió una situación similar. En 2019 fue a la Selva Lacandona, en el sur de México, acompañada de su marido, para investigar cómo los carnívoros, como jaguares y pumas, se comen al ganado.
Cuando estaba entrevistando a los ganaderos, los hombres solo miraban y hablaban con su marido, a pesar de que era ella quien realizaba la investigación. Cuenta a Carbon Brief:
“Era bastante incómodo y me daba miedo andar sola. No habría tenido que ir acompañada si fuera un hombre, pero esa es la situación en nuestro país”.
Ella también sufrió acoso durante sus estudios académicos, afirma.
§ Empoderamiento
En respuesta a la violencia que sufren las mujeres que trabajan en la conservación de la biodiversidad, varias organizaciones de la sociedad civil han creado iniciativas para promover la igualdad de género en los proyectos de conservación y empoderar a las mujeres en el trabajo ambiental.
Tatiana Galluppi es la directora de la Organización Paraguaya para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (OPADES), una organización no gubernamental que realiza actividades de conservación en áreas protegidas, monitoreo de la biodiversidad, investigación, ciencia comunitaria y educación ambiental para niños en todo el país.
Desde 2015, Galluppi y su equipo, compuesto por un equipo técnico y una red de más de 200 jóvenes voluntarios, trabajan con las comunidades locales.
OPADES promueve el empoderamiento de jóvenes y mujeres, afirma Galluppi. El personal y los voluntarios reciben entrenamiento para saber cómo prevenir la violencia entre todos los integrantes de la organización y garantizar la igualdad de género en las actividades que realizan. La organización incluye un mecanismo para presentar quejas de miembros, voluntarios o personas externas. El año pasado también realizaron dos talleres sobre violencia de género.
Galluppi explica a Carbon Brief:
“Buscamos fortalecer y tomar en serio el tema de ambientes seguros porque sabemos que en la conservación es bastante difícil llegar a zonas rurales donde el machismo está muy arraigado”.
Ella también tiene previsto crear talleres de mantenimiento y reparación de vehículos para las mujeres de OPADES. Dice que así serán más independientes cuando viajen solas al campo, y podrán emprender proyectos de conservación sin necesidad de ir acompañadas de un hombre.
Su compromiso por ampliar la igualdad de género en su organización surgió luego de haber sufrido violencia de género en carne propia. En pleno trabajo de campo en Paraguay, fue acosada por un compañero de trabajo.
Ella denunció a su acosador, pero algunos compañeros negaron su versión de los hechos. Sin embargo, gracias a la demanda, más mujeres alzaron la voz por haber vivido experiencias similares, y el hombre fue despedido. Ella dice:
“Quiero que todas las mujeres sepan que no estamos solas. Lo más importante es estar unidas”.
La solidaridad entre mujeres es una de las muchas soluciones para impulsar la igualdad de género en la conservación de la biodiversidad.
Gemara Gifford, estudiante de doctorado de ciencias socioambientales en la Universidad Estatal de Colorado quien ha trabajado en comunidades centroamericanas, afirma que el primer paso para mitigar la violencia de género es tratar de sanar.
Describe cómo trabajó en un proyecto en Guatemala –dirigido por organizaciones como Árboles, Agua y Gente, la Asociación Guatemalteca de Silvicultura Comunitaria Utz Che’ y USAID– en el que crearon “espacios colectivos de sanación” para sanar tanto individualmente como en grupo de mujeres. En esos espacios, las mujeres se reúnen para identificar la violencia y ayudarse mutuamente a procesar la violencia que han sufrido.
A nivel comunitario, las organizaciones pueden combatir la violencia de género, por ejemplo, educando a los hombres para que reconozcan los derechos tanto de las mujeres indígenas como de las mujeres de la comunidad, afirma Omi.
El informe de la UICN presenta casos de éxito de este tipo de educación. En uno de sus proyectos en Ruanda, ActionAid –organización no gubernamental internacional que trabaja para acabar con la pobreza y la injusticia– comprobó que las mujeres notaban “cambios en el comportamiento de los hombres hacia la participación de las mujeres en las cooperativas” tras la realización de entrenamientos destinados a sensibilizar a los hombres sobre cuestiones de género.
Owren detalla a Carbon Brief:
“No es sólo cosa de mujeres. Para acabar con la violencia de género hacen falta [nuevas] normas sociales. Y eso significa que necesitamos diferentes actores en la mesa para cambiar la cultura. [Eso] lleva tiempo”.
§ Respuesta internacional
Desde que la ONU estableció la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW) en 1979, los derechos de la mujer y la erradicación de la violencia contra las mujeres han sido ampliamente reconocidos en la política internacional como requisitos importantes para conservar el ambiente.
Uno de los acuerdos internacionales más citados para proteger los derechos de la mujer es la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. Se adoptó en 2007 y su objetivo es proteger a las mujeres y los niños indígenas de todas las formas de violencia.
Tratados internacionales como el Convenio sobre la Diversidad Biológica han reconocido específicamente el papel crucial de las mujeres en la conservación de la biodiversidad y la necesidad de su participación en la elaboración de políticas.
En 2022, la cumbre de la ONU sobre biodiversidad COP15 celebrada en Montreal vio surgir el Marco mundial Kunming-Montreal de la diversidad biológica. El marco contiene 23 metas. Dos de ellas –las metas 22 y 23– están relacionadas con la igualdad de género.
La meta 22 pretende proteger a los defensores de los derechos humanos ambientales y garantizar la representación inclusiva, la participación, y el acceso a la justicia y a la información para las mujeres, los pueblos indígenas y los jóvenes.
La meta 23 pide que se reconozca el acceso a la tierra y a los recursos naturales, la participación y el liderazgo de las mujeres y que el marco se aplique con una perspectiva de género.
La inclusión del término “perspectiva de género” consagra la seguridad y protección de las defensoras del ambiente en el marco, afirma Wen-Besson.
Además, hay “una creciente evidencia” de que alcanzar la igualdad de género puede traer “resultados positivos tanto para la naturaleza como para el bienestar de la comunidad”, escribieron dos científicos en un artículo de perspectiva publicado en Nature en el que se pide a los responsables de la toma de decisiones que apliquen tales objetivos.
Además del propio marco, el “plan de acción sobre género” que lo acompaña –un documento estratégico para apoyar la aplicación con perspectiva de género del marco– incluye un objetivo sobre la violencia de género (objetivo 1.5). Dice así:
Wen-Besson dice a Carbon Brief que esto “significa que las partes han acordado a nivel mundial que se trata de un problema real”, pero añade que la lucha contra la violencia de género “necesita acción, investigación y soluciones”.
Casi 30 países mencionaron la inclusión de la perspectiva de género en sus compromisos climáticos en el marco del Acuerdo de París, y dos de ellos hicieron referencia al término “violencia de género”, según un análisis de la UICN. Dice Wen-Besson:
“El hecho de que haya un reconocimiento [de la inclusión de género] en las políticas nacionales de 28 países, es significativo”.
Para trabajar por la erradicación de la violencia de género, las organizaciones ecologistas pueden elaborar análisis para identificar y abordar la violencia de género, asociarse con organizaciones humanitarias y sanitarias para prevenir la violencia y dar prioridad a proyectos basados en evidencias, para obtener financiación de entidades públicas y privadas, según la UICN.
Las organizaciones internacionales y los centros de investigación también pueden contribuir a este análisis. Un reciente artículo de perspectiva en Nature Food llama a crear una agenda colectiva para investigar la violencia de género en los sistemas alimentarios y su inclusión en informes y políticas internacionales.
La mayoría de las mujeres entrevistadas para este artículo mencionaron que el acceso a fondos y la construcción de capacidades son esenciales para lograr la igualdad de género.
Ya existen algunos mecanismos de financiación que apoyan la igualdad de género en los programas ambientales. Tanto el Fondo para el Medio Ambiente Mundial como el Fondo Verde para el Clima incluyen requisitos para asegurar que los proyectos no exacerben o creen violencia de género.
Las subvenciones RISE (Entornos resilientes, inclusivos y sostenibles) de la UICN han financiado nueve proyectos en África, Asia y América Latina para abordar la violencia de género en proyectos medioambientales, llegando a más de 11.500 beneficiarios.
Una de esas subvenciones se concedió a la Asociación para la Conservación de la Vida Silvestre de Kenia (KWCA), una organización paraguas que representa a 167 reservas de Kenia.
La asociación formó a su personal para impulsar la discusión sobre las normas de poder y la violencia de género. Tras la capacitación, observaron actitudes positivas entre el personal de la KWCA hacia la aplicación de medidas para aumentar la igualdad de género durante sus operaciones, afirma Joyce Peshu, responsable de género de la organización. Por ejemplo, señala que KWCA modificó su constitución para garantizar que su consejo nacional de conservación incluya a mujeres en las elecciones.
Peshu comparte con Carbon Brief:
“Una de las lecciones que [aprendimos]… es ver el empoderamiento económico de las mujeres. [Eso significa] ser capaces de apoyar a las mujeres que ya trabajan en empresas basadas en la naturaleza, para que hagan crecer sus negocios hasta un nivel en el que ganen confianza para acatar la oposición y entrar en espacios de liderazgo en la conservación y la gestión de los recursos naturales”.
Algunas mujeres que ahora desempeñan puestos estratégicos en la conservación de la biodiversidad han superado episodios de violencia de género y promovido el empoderamiento de las mujeres. Gifford afirma que, aunque “algunas supervivientes se convierten más tarde en líderes influyentes”, esto no suele ocurrir hasta “después de haber salido de su comunidad o de haber abandonado esa violencia”.
Sin embargo, las mujeres no pueden ser las únicas que trabajen para cambiar esta realidad, afirma Wen-Besson. El apoyo internacional y nacional es esencial para abordar la igualdad de género en la conservación a nivel mundial. Dice a Carbon Brief:
“Como superviviente, no quiero decir que la responsabilidad recaiga en las supervivientes y las mujeres. Las soluciones requieren todas las herramientas de nuestra caja de herramientas: capacidad, personas, conocimientos, productos, orientación, dinero, políticas y cambio institucional”.